un pequeño recuerdo
Un pequeño recuerdo puede mover una laja del piso y abrir un hueco por donde ver sueños o pesadillas. Pasado, en todo caso, que es siempre lo que se ve con los ojos. Pasado, que es el único sueño o pesadilla de la que tenemos noción. De esa pequeña rememoración pueden surgir otras rememoraciones, se puede anudar una cadena de imágenes desgastadas, que titilan una luz pobre y liberan una música inaudible. Por ejemplo: a través del primer hueco en el piso se ve un par de anteojos en una mesa, son los dos primeros anteojos en la vida de alguien. En mi vida. Son redonditos, de un acrílico tipo carey, bien redonditos como los anteojos de John Lennon. Están apoyados en la mesa del living de mi casa, que siempre fue la misma, con un mantel floreado de tonos marrones, otoñales. Ese mantel fue cambiado varias veces, y también el nylon que lo cubre, de la misma manera que el centro de mesa, y las flores que por lo general lo llenaban. Pero la mesa redonda siempre estuvo ahí, y por mucho tiempo también el televisor viejo, con perilla, estuvo ahí. Era un televisor Hitachi, con una puertita grande donde estaban los sintonizadores de brillo, color, contraste y sonido. El color era gris plateado, en una época en que ese color era garantía de modernidad. El plateado es el único color que parece un antídoto contra el tiempo porque no se desgasta. O al menos generalmente no se desgasta. Solamente se desgasta si el plateado se inscribe en una superficie de plástico. En esos casos se vuelve de un color blanquecino, o blanco traslúcido, como la materia que sometida a tensión está a punto de romperse.
Comienzo con sabor a reminiscencia proustiana
(el link develará que no es de Sarli, sino de aquello
que flotó unos minutos sobre la arena de Playa Grande).
Principio nostálgico, cuanto menos mirada amorosa
-y también, aterrada- por sobre el hombro;
manera adecuada de iniciar este proyecto
que es un regreso a esas prácticas privadas,
ahora en blog -ese infantil aleph para los temores humanos.