Estan
Conversación con Estan en La Petite Porte, un bar cerca de Republique. Nos juntamos para charlar de literatura, y como descubrimos que había wi-fi nos colgamos desde su notebook en su blog. Leí dos cuentos buenos. El célebre artículo ?Odio a Juan José Saer? también está. Se puede visitar. En ese mismo blog, al día siguiente, posteó una referencia a mí persona bajo un nombre inventado: Quique. Yo me llamo Quique, pero soy el otro. Tampoco yo sé quién de los dos escribe esto. Al poco de salir a almorzar de la editorial en donde hago una pasantía, recibo un mensaje en donde me dice Estan que yo era famoso, que leyera su blog. Leí el ejercicio de estilo que escribió y me gustó mucho. Se nota que es fanático de Saer a pesar de lo que diga en su blog. Le encanta, se siente alimentado de manera casi mimética por la recursividad estilística del santafesino. Desde el retaurante universitario de Rue Mazet, a media cuadra del Sena, le mandé un mensajito diciéndole que le iba a contestar. Punto o dos puntos: desde mi blog. Mi blog es bastante feo pero es un regalo de mi amigo Santiago Albina, de Mar del Plata. Los regalos no se regalan. Pero es cierto que me lo dio standard, y no puedo hacerle chapa y pintura. Anhelo que se vea negro azabache, lustroso y sutíl, venido de una galaxia lejana en la que todos hablan latín como en el blog de Estan. Aunque no lo conozco desde hace más de quince días, sin embargo Estan me cae bien. Gente inteligente con ganas de ser más inteligente y uno se entretiene charlando con él, con buenas copas de cerveza de por medio sobre la mesa de un bar. Estan tuvo un bar en la ciudad de Lobos, donde nació el General Perón.Hablando de mi pasantía en la editorial, allí tengo una jefa parisina insoportable. Pero es sexy. Me da órdenes de mala manera. Eso me excita. Un día se va a cansar de que apile mal los biblioratos y va venir con el latigo de caucho a poner las cosas en orden, comme il faut. Para ese momento ya algo de español habrá aprendido. ¡Qué placer que me insulte en argentino mientras me da de a rebencazos en el traste! Terminé de llenar una base de datos con el rótulo ?Programme 2006? y me fui susurrando un ?A Lundi?.Salí rápido y al consultar el teléfono a ver si algún alumno había picado durante la tarde, me topé con otro mensaje de Estan. Me confesaba no haber contemplado siquiera que pudiera haberme ofendido y luego se disculpa. Y agregó que, para subsanar el atrevimiento, borró mi nombre del texto de su blog. Quique vuelve al anonimato, finaliza. Es decir a la inexistencia. Gracias, te lo agradezco mucho Estan. Que yo deje de ser texto me ofende. Pero lástima que yo no soy ese. El mismo en su blog, escribe: ?Sin embargo nunca se sabrá si tras Quique no se esconde otra identidad. Aunque tras Quique nada puede esconderse, nadie puede esconderse tras un nombre. Tras muchas palabras sí, pero tras un nombre no?.Lo llamé rápdio y lo conminé a que vuelva poner a Quique en el blog. Me dijo que sí.Tenía que dar una clase a uno de los pibes desesperados que estan en Terminale. Tétrico el nombre desde el vamos. Y uno sabe que los chicos van a dar lástima, y no habría márgen para equivocarse con un pronóstico tan aciago, si no fuera porque los profesores de español de los lycées parisinos son igual de pésimos que los de francés en cualquier colegio secundario argentino. Mi alumno se llama Bastien. No sé por qué me ha gustado esta semana perturbarlo psicológicamente. Tiene diecinueve años. Le gusta el futbol pero juega de tres. Dice que jugando de tres puede defender pero también colaborar en ataque. Cualquiera sabe, inclusive yo que soy un tronco, que jugar de tres es humillante. El viernes analizamos un texto sobre Rigoberta Menchú y, al ver que no entendía ni jota lo que leía -en una lengua que no sólo no se parecía al español, sino que poco y nada tenía que ver con cualquier lenguaje humano- le dije, haciendo una pausa: ?Bastien, de vez en cuando tendrías que usar la cabeza?. ?Tengo futbol a las cinco y media?, me respondió. Y fue ahí que le dije que yo, como argentino, algo de futbol sabía y que para jugar bien había que usar la cabeza. ?¿De que jugas??. De tres, me dijo. No, me dijo en francés: ?En arriere et à gauche?, algo así. « C?est chiant ça! », le contesté, si querés algun día jugar adelante tenés que comenzar a usar la cabeza. Consultó agotado el reloj del celular Bastien, balbuceó marañas de español, (?soy hia de la tiea, de la tiea de Guatemala, como mis egmaos los indios?, se definía Rigoberta), luego me pagó mis treinta y seis euros y me fui. Ayer le di su última clase a Bastien, hoy a las catorce lo evalúan. Antes de salir la madre me pidió una opinión. La madre tiene cuarenta y cinco años, es una mujer hermosa. Veronique, se llama. Por la serie de retratos que alguién le hizo cuando era joven, colgados en la pared del living, sé que tiene unos hombros hipnóticos. De la serie de fotos dispuestas verticalmente deduzco además que es una parte de su cuerpo que la conforma y que se siente a gusto mostrándose seductora. También que tiene clase, a juzgar por los buenos cds de musique du monde y un cuadro de Auguste Macke en la pared llamado Tunissia. Además el perfume a incienso, el balcón con azaleas. Veronique se pasea descalza por la casa. Lleva las uñas de los pies pintadas de rojo.?Va a pasar?, la conformé. Veronique tiene plata pero no es ninguna boluda. Me miró y me dijo: ?J?ai pas?. Le devolví la mirada y adapté mi comentario a su sinceridad: ?Sabe, Veronique, no sé por qué siento que Bastien en el examen va a hablar, con que hable...?. Me agradeció infinitamente y me dijo que a partir de septiembre me llamaría para que prepare a una de sus dos hijas, la que le sigue a Bastien, dicisiete años, que entrará en ?Terminale? el año próximo, no tan parecida a la madre como la de catorce, que me miraba desde la cocina con ganas de aprender. Al bajar no pensaba en que me estaba comenzando a dar resultado lo de las clases de español, que comenzaba a disfrutar de Paris. Pensaba en Estan, en su decisión de haber borrado a Quique del blog. Me refiero al otro Quique. Al que es de Quique. El que quiere perseverar en Quique. El que quiere ser Quique, como el Tigre quiere ser Tigre, como Spinoza quiere ser Spinoza. A ese Quique.Lo llamé a su celular pero no me contestó. Sólo los que conocen Paris tendrán idea del ridículo ejercicio de ir en el metro, fingiendo leer un libro y pispeando a una morochita blanca atareada de París. Primero se la ?mide? en la quai sin prestar atención. Cuando el metro llega, si la puerta queda en un punto intermedio a ambos, no hay problemas. La chica no piensa que uno ha elegido su puerta con intereses particulares. Si la puerta está de su lado uno queda un poco más en evidencia. Si la puerta se detiene de nuestro lado y la chica, pudiendo elegir otra puerta, opta por la que uno eligió, va bien encaminada la cosa. Ayer fui yo quien fue hacia la puerta de la morocha blanca de París, con zapatos-zapatillas. Yo leía L?écriture ou la vie de Jorge Semprún. Quiero hacerle una entrevista, entonces estoy poniéndome al tanto de su obra. Es un gran escritor, Semprún, moderno. Y estuvo en un campo de conentración nazi. De eso trata de L?écriture ou la vié. No es una autobiografía sino una autoficción en forma de autobiografía. Voy por la parte en que él, un resuscitado caminando por los paisajes dichosos de los hombres, no puede escribir. La escritura, la actividad que creía le iba a devolver las ganas de vivir después de Buchenwald, lo lleva directo a Buchenwald. Un Buchenwald es un Buchenwald es un Buchenwald. Tengo el libro en mi mano. Escribe Semprún: «Tout recommencerait, après ce bonheur-là, ces mille bonheurs minimes et déchirants. Tout recommencerait tant que je serais vivant : revenant dans la vie, plutôt. Tant que je serai tenté d?écrire. La bonheur de l?écriture, je commençais à le savoir, n?effaçait jamais ce malheur de la mémoire. Bien au contraire ; il l?aiguisait, le creusait, le ravivait. Il le rendait insupportable. Seul l?oublie pourrait me sauver ».En medio de mis miradas esporádicas a la chica sonó el teléfono. Era Estan. ?¿Me llamaste?? lanzó amablemente. Afuera, en el metro, la morochita se sintió intrigada conmigo, con mi lengua española rara. Siempre pasa. Le dije que cuando lo llamé estaba cerca de la Petite Porte, que lo había buscado para que nos encontráramos a tomar una cerveza, para charlar de literatura entre otras cosas. Le mentí. En realidad iba a recriminarle seriamente qué derecho tenía él para borrar a Quique del texto del blog. Quique no es de nadie, ¡no es de nadie, me entedés, Estan, de-na-die, y menos tuyo! Es, en todo caso, de la red. De la tradición. Qué lastima, me contestó, había bajado a Internet y me olvidé el celular arriba. Yo ahora estoy volviendo a mi casa, le dije, pero mañana te llamo y nos encontramos en la Petite Porte. ¿Ok? Listo, me contestó. Lo noté nervioso. La chica se bajo antes, en Place de Italie, y como de costumbre todo el merodeo quedó en nada.Vivo en la Fondation du Japon de la Cité Universitaire de París. Ayer algún distraído cerró la puerta con llave, con lo cual la tarjeta electrónica que hay que colocar para que la puerta se abra, mágica, haciendo un clac, se volvió inouca. En efecto, una japonesa me recibió del otro lado de la puerta vidriada señalando hacia la derecha ampulosamente. Habían abierto una ventana de la gran sala para que la gente no se viera en la olbigación de aguardar afuera. Afuera llovía. Luego de probar varias veces, pisé el dintel de la ventana y caí estruendosamente sobre el piso de madera. Detrás mio entró un Indio de India, no uno de los hermanos de Rigoberta. No me acuerdo su nombre. Cruzamos tan sólo unas palabras en inglés y subí a mi habitación por el ascensor.Obviamente llegué pensando que tenía que contestarle, pero mi blog estaba bastante olvidado. En efecto podía, como cualquiera, ver lo que yo mismo, Quique, había escrito. Quique, ¿estamos? Algunos poemas y fragmentos de textos olvidables. La apariencia misma del blog me pareció paupérrima; un blog que, trasladado a una ciudad no virtual, estaría a punto de ser un terreno baldío, cotizado a nada por algún perito arquitecto de ojo afilado para los números, de la dirección de catastro de la Fiscalía de Estado. Tipeé a continuación el otro, el verdadero, el blog de Estan, donde está Quique. Quique, el que no es de nadie, el guacho. Estaba. Buen gesto. Leí atentamente. Empieza: ?Quique me dijo que los finales de las cosas que escribo son previsibles?. ?Voy a usar un recurso que me gusta en Fogwill pero que ya usaba Diderot, Diderot entre muchos otros, y que consiste en hablar con el lector: ¿Ustedes piensan que Quique es un técnica y un anonimato y que tras Quique se esconde otra identidad?Sí.?No. Quique existe. Ayer tomamos una cerveza en un bar y Quique me dijo que no los finales en sí, sino el momento en que terminan las cosas que escribo es adivinable?.Bueno, no sé. Tal vez sí, no podría asegurarlo.?Sin embargo nunca se sabrá si tras Quique no se esconde otra identidad?.Mmmm, ¿sabrá que soy bipolar? Escribe bien Estan ( eso me da un poco de envidia). ?Esto ya es el final, les aviso. ¿Lo habían adivinado? Si no lo adivinaron me salió. Si lo habían adivinado no me salió. No me sale desadivinar los finales. Si lo habían adivinado sigo. Si no lo habían adivinado no lean más?.Desde el mediodía que no lo leía. Y sigue escribiendo bien Estan. Es, pensándolo bien, un bálsamo que alguien escriba bien. Pero me da envidia, mucha...¿Al final le molestó o no que diga que los finales de sus cuentos son adivinables? La verdad que no sé si son adivinables, Estan. Lo que sé es que tenés un blog como la gente y sabes latin y yo no. Yo no sé latin. Me averguenza no saber latin. Apenas leo y chapuceo